Alex se hizo famoso en TikTok mientras cruzaba el Darién y Centroamérica, en ruta hacia Estados Unidos. Tras conseguir empleo, lo acusaron en redes sociales de formar parte de El Tren de Aragua. Esta es su historia
Según el reporte de la Organización para las Naciones Unidas (ONU), entre enero y octubre del 2021, 1500 migrantes irregulares venezolanos cruzaron la selva de Darién con rumbo a Estados Unidos. Sin embargo, el mismo reporte del Servicio Nacional de Migración (SNM) de Panamá indicó que, entre enero y agosto del 2022, esta cifra se habría incrementado a 68575 personas.
La región de Darién es una selva fronteriza entre Colombia y Panamá donde se interrumpe la carretera Panamericana, vía terrestre que conecta la mayoría de los países del continente, lo que le ha hecho ganar el nombre de el “Tapón del Darién”.
Esa misma selva es la ruta que miles de personas de países tan diversos como Colombia, Venezuela, Ecuador, Cuba, Haití, Bangladesh, Senegal, Ghana, Uzbekistán, India y Nepal utilizan para llegar a Estados Unidos como resultado de la situación económica y social en sus países de origen o segundos migrantes que siguen buscando una mejor calidad de vida.
Este es el caso de Alex Ruiz, un joven que salió de Venezuela en 2016 con destino a Colombia, estuvo en Ecuador y, finalmente, decidió que su destino sería Estados Unidos, por lo que emprendió lo que él llama “La Travesía” atravesando el Darién y compartiendo en Tiktok los detalles del camino.
La historia de Alex nos guiará para conocer quiénes son las personas, los caminantes venezolanos, que están llegando a Estados Unidos luego de haber cruzado el Tapón del Darién, Centroamérica y México hasta cruzar el Río Bravo; y cómo les cambia la vida el haber elegido esta ruta para hacer realidad el sueño americano.
Un aspirante a rapero sale de Venezuela
Para septiembre de 2016, la economía venezolana había registrado su peor caída en los últimos 13 años. Habían pasado 2 años de las primeras protestas y la escasez de insumos que le siguió fue el detonante para que muchos venezolanos decidieran probar suerte fuera de las fronteras de Venezuela.
En el 2016, Alex tenía 25 años. Se fue a Colombia con su hermana a buscar mejores condiciones de vida para su mamá. Por varios años estuvo persiguiendo su sueño de ser cantante de rap y su principal ingreso era como artista callejero. Su talento fue “descubierto” por un pequeño medio colombiano mientras cantaba en el Transmilenio.
“Me identifico como artista, pero en estos momentos aprendí que yo, aparte de tener un talento, necesitaba tener un público que me apoyara; que yo no podía hacer una inversión si no tenía un público todavía ganado. ¿Me entiendes? Entonces decidí que yo no iba a soltar más temas porque iba a ser una pérdida de tiempo y de dinero”.
Alex cuenta con, al menos, 10 temas de su autoría que publicaba en TikTok, aunque la respuesta del público no fue la esperada.
“Cada vez que yo soltaba un tema yo tenía mil vistas, 200 vistas. Entonces eso como que fue interactuando en las redes sociales y yo dije «en cualquier momento me voy a hacer viral. Yo, en cualquier momento, tengo que estar viral en las redes sociales porque yo no necesito un público y ese fue como mi mayor deseo”.
La viralización vino de la mano de una obra social
Alex pasó de Colombia a Ecuador probando suerte y luego regresó a Colombia. En ese momento, se encontró con un viejo amigo rapero que ahora vivía en situación de calle. Fue un video que interpretó junto a él, con el fin de motivarlo, lo que hizo que llegara la tan ansiada viralización.
“Yo dije «voy a subir este video a Tiktok». Subo el video en Tiktok y me acuesto. Y cuando me levanto en la mañana, el video estaba completamente viral con 200 mil vistas y todo el mundo escribiendo que querían ayudar al chico que estaba en la calle, que yo tenía un buen corazón, que gracias por ayudarlo. Mucha gente de todos lados nos escribió y él pudo salir de la calle con la ayuda de la gente”.
Sin embargo, para Alex las cosas no estaban resultando como esperaba. “En Colombia lo que hacíamos era solamente para comer y vivir, pero para guardar o para estar bien nosotros, no se podía, pues”. Fue cuando empezó a considerar la posibilidad de cruzar el Darién para llegar a Estados Unidos a probar suerte.
Salió un 22 de junio con la decisión de llegar a Estados Unidos apoyado por su comunidad en TikTok, que ya estaba cultivando a través de varios videos en directo en los que contó sus planes.
“Conocí a una persona en Tiktok que se llama Laila María. Es una puertorriqueña que nos conocimos un día en un libre (taxi) y ella me contactó con una gente de España, de Estados Unidos y de Puerto Rico. Esa gente me ayudó cuando estaba en Medellín. Ellos me mandaron 500 dólares para yo pasar la selva”.
Con esos 500 dólares, Alex compró unas botas plásticas para cruzar la selva, algo de ropa, una carpa, zapatos deportivos, comida suficiente, y se dispuso a cruzar Darién con dos objetivos: llegar a EE. UU y mostrarle al mundo lo que era la vida de los migrantes que elegían la ruta centroamericana.
“Yo fui uno de los que viralizó el paso. Muchas personas, muchos influencers también, pero yo fui uno de los que mostró parte. Yo subí de la selva 50 videos y todos fueron virales. Subí 50 contenidos de los tramos más difíciles”.
El recorrido de Alex y otros influencers quedó grabado en sus perfiles de TikTok y en un documental hecho por el medio 070 sobre el paso de migrantes por la selva de Darién, denominado “Los Tiktokers de Darién”.
“Allá adentro el miedo es libre. Miedo puede sentir cualquiera, hasta el más malo, hasta el que se siente más Malandro. —como decimos nosotros—. Allá adentro hay momentos para todo. Hay momentos de miedo, momentos de tristeza, momentos donde lloras, momentos de alegría, momentos de todo… Y también hay momentos donde chocan todas esas emociones: miedo, alegría, todos juntos, y ahí tú no sabes qué hacer”.
A medida que se adentraba en la selva, Alex iba tomando conciencia de los peligros del recorrido y el cansancio físico empezó a ser mental y emocional.
“Lo más difícil para mí fue cuando vi el primer cadáver. Cuando me encontré el primer cadáver tirado ahí, al frente mío, que no lo había visto. Y cuando me dicen «mira, ahí hay un muerto» yo como que quedé frío y en ese momento mi reacción fue y pensar, pues, y decir «¿qué hago yo aquí? Dios mío, ¿será que voy a salir vivo de este lugar o será que también voy a terminar así? ¿Será que no voy a salir de este lugar? Me puse frío. En ese momento todos nos quedamos callados”.
Según Alex, el paso por la selva no es nada que uno se pueda esperar. Es el desgaste físico, saber que sólo podía contar consigo mismo y luchar contra los elementos hacen que a cualquier caminante que cruza Darién le cambie la perspectiva de la vida.
“Allá adentro todo el mundo se arrepiente. El que me diga que entró para la selva y no le pidió perdón a Dios por todos sus pecados. No, o sea, bien, lo felicito. Pero allá adentro todo el mundo se arrepiente de todo lo malo que ha hecho en esta vida. La selva como que te pone a pensar todas las cosas malas que tú has hecho y te arrepientes allá adentro y pides perdón”.
La selva te quita todo
“De tanto caminar y el estrés y todo eso, llega un momento donde 100 gramos, 200 gramos, un kilo es demasiado. O sea, tú quieres botar todo. Entonces yo boté todo y me quedé nada más con la comida, el único peso que valía la pena”.
Dentro de la selva, la diferencia la hacen las misiones de la ONU que, según su percepción, podrían atender entre mil y 1500 migrantes irregulares en simultáneo proveyéndoles de comida y un lugar seguro donde instalar sus carpas o dormir.
Alex se había quedado sin dinero y sin comida antes de llegar al refugio de Panamá y permaneció allí mientras conseguía el dinero y se solucionaba el Paro Nacional en ese país, que provocó que la Estación de Recepción Migratoria de San Vicente en la Provincia de Darién (con capacidad para 250 personas) atendiera cerca de 900 debido al ingreso promedio de entre 300 y 500 personas por día.
“Yo llegué sin nada. Llegué en cholas, llegué con un short y una camisa nada más. Yo llegué como el propio indigente en Costa Rica porque la selva te quita todo allá adentro”.
Al cabo de 10 días, y gracias a un préstamo de 50 dólares que le hicieran otros caminantes, Alex pudo llegar a San José de Costa Rica.
“Las personas que me sacaron a mí del refugio de Panamá, ellos empezaron a pedir en las calles, en un semáforo con un cartel y yo los veía; y ellos me decían «tienes que pedir tú también, porque no tienes nada. Tienes que buscar la manera de salir adelante». Y, bueno, me escribieron un cartel y yo me paraba en el semáforo y no decía nada, ni caminaba, ni nada. Parecía estatua”, así estuvo tres días, consiguiendo apenas lo suficiente para comer y pagar hotel.
Luego mejoró su cartel “Soy venezolano, voy para Estados Unidos. ¡Ayúdenme!”, empezó a pedir “como es” y con lo que reunió pudo comprar ropa usada y zapatos. También recibió ayuda de sus hermanos en Colombia y Estados Unidos y —con 200 dólares que le mandaron, más lo que reunió en 15 días de trabajo— compró una bicicleta a motor, también usada, que lo llevaría por el siguiente tramo de Centroamérica.
Cuenta suspendida
La cuenta de TikTok en la que Alex subió los 50 videos de su paso por Darién fue suspendida mientras estaba atravesando Nicaragua. En ese momento, él había publicado imágenes del accidente de tránsito donde fallecieron 18 migrantes venezolanos.
“En ese tiempo yo tuve unos videos —como quien dice— «especiales» (…) Había una pareja que se mató la mamá y el papá y quedó la niña viva; y a mí eso me dio tristeza y yo quería subir el video como para ayudar a encontrar a la abuela de la niña para que la fueran a buscar, porque eso era lo que se requería en ese momento y TikTok me bloquea la cuenta”.
Si la selva es difícil, México es 10 mil veces más difícil
“Llegué con esa bicicleta hasta la frontera con México. ¿Cómo la ves? Hasta la frontera con México le di duro y la gente empezó a seguirme otra vez, porque yo ya había perdido la otra cuenta. Entonces, yo tenía esta cuenta como en 2000 seguidores, la nueva, y la gente empezó a seguirme… Cuando vine a ver ya tenía diez mil otra vez”.
Alex llegó a la frontera entre Guatemala y México con su bicimoto, de ahí en adelante tuvo que seguir como los demás migrantes: caminando.
“Apenas tú tocas tierra mexicana ya empieza la persecución migratoria. Primero, porque es un sistema: tú tienes que llegar a un sitio donde te dan un permiso para tu transitar, supuestamente, todo México. Pero ese permiso no te sirve a 50 kilómetros de la frontera del Norte. Si estás 50 kilómetros antes de llegar a la frontera, te devuelven para atrás otra vez”.
En México, debido a las caravanas de migrantes que van al norte desde Centroamérica, cada pueblo tiene un punto fronterizo. Los caminantes deben pasar cada pueblo bordeando los puntos fronterizos a través de ríos de corrientes fuertes, montes, montañas y valles. Incluso, atravesando fincas y granjas donde los propietarios permiten el paso de los migrantes como algo cotidiano.
“Llegué en la noche y me tocó pedir alojo en una casa de una gente que estaba por ahí y me dejaron quedar ahí en la casa”.
El temor de cada uno de los migrantes es “que los devuelvan” porque, aunque estén cerca de la frontera, los oficiales del punto migratorio los regresan a Guatemala y deben empezar de nuevo todo el tránsito por México, el trayecto más largo de “La Travesía”.
Para llegar a Piedras Negras, Alex esperó 4 días en Monterrey por “La Bestia”, un tren de 200 vagones donde los migrantes se suben de polizones para burlar el último Punto de Control Migratorio. Al bajar del tren, se juntó con otros 300 migrantes que habían hecho lo mismo para enfrentar juntos el último tramo de 4 horas de caminata antes de, por fin, cruzar el Río Bravo.
“De todo el trabajo que yo había pasado, yo cuando vi ese río crecido, yo me lancé. Yo fui el primero que me lancé para el río. ¡Juaz! Y el río tiene como una isla en el medio, ya para el otro lado estaba difícil y ahí llegó un señor como de 60 años y fue el primero que se lanzó. Cuando yo vi que el señor se lanzó, se lanzaron como tres más, yo fui como el cuarto que me lancé y fuimos el primer grupo que llegamos a los Estados Unidos ese día”.
Habiendo sorteado los peligros del Río Bravo —que cobra la vida de al menos 5 migrantes por día—, Alex y sus compañeros de travesía, también sobrevivientes, celebraron la llegada a la tierra del sueño americano.
“Cuando llegué a Estados Unidos, nosotros lo que hacíamos era gritar, llorar y gritaba «¡ya estamos en Estados Unidos!» Brincando, saltando, estaba lloviendo. Yo llegué a Estados Unidos descalzo y con un short, y sin camisa, sin nada, había botado todo”.
Luego, estuvo dos días en migración antes de que le ofrecieran llevarlo, como a otros venezolanos, a Nueva York. Sin embargo, llegado el día de abordar, no había autobuses disponibles para esa ciudad y le ofrecieron, en cambio, ir a Chicago. Así que abordó con un pequeño grupo de venezolanos con destino a “la ciudad de los vientos”.
Chicago y el cyberacoso
Ante la viralidad de sus contenidos y la emoción por lo que estaba viviendo, Alex seguía compartiendo sus pequeños logros en Tiktok, hasta que vivió un episodio que pudo eclipsar esta alegría. Una cuenta anónima y viral lo acusóde ser un miembro de la banda delictiva venezolana “El Tren de Aragua”, el video llegó a otras plataformas.
“Yo comprendo que yo tengo, de pronto, una cara boleta. Un ejemplo: tengo tatuajes, tengo un mal hablar; pero eso no quiere decir que yo sea un delincuente. ¿Me entiende? Y, de repente, yo no tengo un léxico que les guste a la gente, entonces la gente “no, este es un delincuente por su forma de hablar”.
Los miembros de su comunidad escribieron a páginas que compartían el video con la información falsa y a páginas de abogados pidiendo que lo ayudaran.
“Me investigaron, me contactaron abogados de Miami, cuentas grandes de abogados y yo di mi cara y le conté al abogado qué era lo que estaba pasando, que esos videos son mentiras, que investigaran bien”.
El caso de Alex sigue su curso legal y eso le hace reflexionar acerca del impacto de una información falsa en las redes sociales cuando el afectado no cuenta con el respaldo de una comunidad.
Entre los recuerdos de “La Travesía”, Alex atesora el apoyo que recibió de los locales en todos los países que visitó.
“Yo en Costa Rica me gané un público demasiado hermoso. Cuando abrí los ojos en la mañana ya yo tenía 4000 seguidores en Costa Rica y el video viralísimo con 22.000 likes. ¡Imagínate! 22.000 me gustas en un vídeo, 22.000 costarricenses apoyándome”.
Pero, de la misma manera, señala que sí se sintió discriminado por la misma comunidad de migrantes venezolanos con quienes se cruzó en diferentes puntos de “La Travesía”.
“De parte de los pueblos extranjeros, de México y de toda la gente, yo nunca vi discriminación. La discriminación que tú vas a ver por el camino son los mismos paisanos tuyos pendientes de cómo vas vestido y pendiente de que no tienes nada para burlarse de ti. O sea, el que trae plata se burla del que no tiene. Esa es la única discriminación que hay, los mismos paisanos de uno metiéndose con uno y pensando de que uno va a llegar para acá para Estados Unidos y a dejar mal a Venezuela y no entienden que todos merecemos una segunda oportunidad y hay personas que por ser de barrio nos niegan las posibilidades de salir adelante”.
Hoy, Alex se muestra como una persona sencilla, con una profunda alegría de vivir y ganas de hacer las cosas bien.
Vive en una pequeña ciudad cerca de Chicago, trabaja como aprendiz en el área de Roofing (construcción y reparación de techos) y sigue compartiendo los valores de su día a día con su comunidad en Tiktok.