Mi nombre es Adrián González. Soy venezolano, ingeniero, tuitero desde hace muchos años. No me gusta que me engañen, ni que engañen a mi familia ni a mis amigos. Y con respecto a este tema, el pasado año 2019 me di cuenta que no estaba solo.
Solía mantenerme informado del acontecer nacional como muchos de ustedes: siguiendo fuentes confiables en Twitter, leyendo portales de prensa independiente de confianza y viendo canales y programas de YouTube serios, dirigidos por periodistas y analistas que tuvieran una reputación que cuidar.
Ignoraba también todas y cada una de las cadenas que mis amigos, padres y sobre todo mis tíos y tías enviaban por WhatsApp. No leía ningún texto sin fuente reconocible o link de referencia, ni le prestaba atención a audios, fotos ni videos enviados por amigos y familiares a través de ese servicio de mensajería instantánea. No me servían de nada; sabía que gran parte de esa información era falsa, vieja o solo la opinión de alguien.
Nunca me imaginé que ellos, mis tíos, tías y los de todos mis amigos, tendrían tanta importancia en lo que construiríamos en Venezuela durante el resto del año. Ni tampoco que formaría parte de un gran equipo cuyo único objetivo es identificar, analizar y desmentir artículos de desinformación en Venezuela, “noticias falsas”. Ese equipo se llama Cazadores de Fake News.
Etapa 1: difundiendo lo que sabemos que es verdadero
Desde enero del año pasado venía dirigiendo una lista distribución de noticias verificadas en WhatsApp. No era más que un conjunto de grupos integrados por centenas de venezolanos, al que un par de amigos y yo reenviamos información verificada y de calidad. Curaduría de contenido realizada por ciudadanos.
En algún momento, la cantidad de suscriptores en los grupos había crecido tanto, que su administración se nos había vuelto engorrosa. Y también estábamos preocupados por razones de nuestra propia seguridad. Por ello, nos vimos en la necesidad de dar el salto de WhatsApp a Telegram, una aplicación de mensajería instantánea (y muchas cosas más) bastante usada en países de Asia y Europa, aunque muy poco conocida en Venezuela en ese momento. Telegram nos serviría de plataforma para conectarnos en tiempo real con miles de venezolanos, interesados en difundir noticias verificadas, provenientes de fuentes confiables.
Sin embargo, muchos de nuestros amigos lectores inevitablemente consultaban sobre la veracidad de noticias de origen desconocido, «posiblemente falsas». Comenzamos a verificar sus consultas y difundir desmentidos a través de nuestras redes.
Etapa 2: Cazando (humo, inicialmente)
¿Por qué no crear un grupo en Telegram en el que discutamos sobre «noticias falsas» de Venezuela?
Teníamos la esperanza de que, con el pasar de los meses, nuestra pequeña comunidad lograra juntar a varios cientos de interesados en ayudar a detectar, verificar y difundir desmentidos de «noticias falsas venezolanas»: bulos difundidos por WhatsApp, chismes de Twitter, fotomontajes evidentes, videos descontextualizados.
Esa era nuestra visión inicial y así comenzamos en Telegram. Pelear contra un enemigo invisible que en ese momento creíamos que se llamaba «fake news». Pensábamos que algunas de esas “fake news” eran equivocaciones, o mentiras ideadas por quien sabe qué muchacho malintencionado interesado en confundir a nuestras tías, o rumores sospechosos creados por lo que la mayoría de las personas llama «el G2 cubano».
¡Qué inocentes éramos!
No sabíamos mucho del tema y esa era la idea. Queríamos saber por qué estábamos tan desinformados usando nuestros propios medios, de forma independiente, sin ser especialistas y con herramientas gratuitas disponibles en internet.
Etapa 3: buscando patrones
Para poder saber a lo que nos estábamos enfrentando, comenzamos a anotar todo. Creamos un registro llamado «Lista Cazadores«, donde transcribimos toda la información disponible sobre cada «noticia falsa» que estudiamos. La fecha y hora en que veíamos por primera vez esa información, de qué manera llegó a nuestros dispositivos móviles, quién la difundió y cuánto tiempo tardamos en desmentirla. Gracias a estos laboriosos pasos iniciales, nos dimos cuenta de datos que serían muy importantes en el futuro cercano.
Por ejemplo, la gran mayoría de las 150 primeras “falsedades” que recibimos, no sabíamos cómo clasificarlas, pues eran rumores de WhatsApp. En algún momento le comenté a Kárlah Acosta, cofundadora del proyecto, que deberíamos filtrar gran cantidad de los rumores que recibíamos por WhatsApp ya que parecían muchos, eran relativamente fáciles de desmentir y no eran “noticias” en sí. Sugirió que al menos en una fase inicial, no dejáramos de monitorearlos ya que podríamos pecar por subestimar su efecto.
Tenía mucha razón: al monitorear estos rumores, comenzamos a notar patrones importantes en la difusión de desinformación en mensajería instantánea: frases típicas (“envíale este mensaje a toda tu gente para que se entere”, omisiones de información (ningún link a fuentes comprobables), tiempos de difusión (muchas de las cadenas tienen entre 2 días y semanas difundiéndose, no suelen ser noticias “de última hora”). Y que, en su mayoría, están diseñadas para generar emociones y necesidad de difundirlas por quien las lee, indistintamente de su grado de certeza.
Con respecto a las redes sociales (Twitter, Facebook e Instagram principalmente), otros patrones también comenzaron a hacerse visibles. No todas las personas que difunden desinformación en Twitter, pertenecen a redes de desinformación, ciertamente. Pero quienes pertenezcan a estas redes y desinforman de forma constante, pueden tener la certeza que tendrán varias entradas en la “Lista Cazadores”. Y nos vamos a dar cuenta de quienes son.
Por ejemplo, una cuenta en Twitter de un supuesto periodista difundió de forma sistemática más de 15 tuits virales con información falsa durante el año 2019. Esta cuenta al parecer basa su popularidad en crear tuits muy amarillistas, publicando exclusivas sin fuente, ni ninguna forma de comprobar su veracidad. Su nombre fue agregado apenas 2 veces a la “Lista Cazadores” antes que decenas de cazadores comenzaran a revisar su Time Line y notaran no solamente que mentía y que viralizaba cada contenido falso que publicaba, sino que sus mismos seguidores respondían sus falsas noticias alertando a otros que el autor era una fuente dudosa, que se dedicaba a publicar noticias falsas y a desinformar.
Porque hay cazadores de fake news espontáneos en todos lados.
Sí, a veces también las informaciones falsas son difundidas por error o provienen de fuentes que no necesariamente son usuarios que engañan o redes que desinforman, como el caso anteriormente mencionado. Pero, esos casos son una cantidad muy pequeña de todo lo que vemos a diario.
Por ejemplo, un día recibimos una foto que mostraba un supuesto título de médico cirujano entregado por la Universidad Nacional Abierta. Inicialmente, pensamos que se trataba de una foto falsa de un título, un fotomontaje diseñado para desprestigiar a la universidad o al gobierno de facto de Nicolás Maduro. Luego de desmentir su veracidad, la persona que comenzó la difusión de esa foto en Twitter nos contactó y nos explicó que supuestamente no era una foto falsa de un título, sino más bien era la foto de un título falso, pero que realmente existe en el mundo real. Esa foto la subió de forma inocente a su cuenta de Twitter, buscando verificación entre quien lo leyera, ignorando que días después, la imagen sería difundida por las mismas redes de desinformación que habíamos identificado, generando aún más confusión.
Este usuario en la actualidad forma parte de la comunidad de Cazadores de Fake News y nos ayuda regularmente a identificar y desmentir los casos que recibimos.
Etapa 4: en medio de una guerra
Una vez que logramos identificar una cantidad importante de cuentas que generan desinformación en Twitter, notamos que muchas se siguen, se retuitean y amplifican entre ellas mismas. En algunos casos se atraen de forma magnética al generar contenido similar; en otros, forman parte de comunidades cuyo único objetivo es generar desinformación, de forma coordinada y con agendas desconocidas.
Quedaron atrás aquellos días en que pensábamos que la mayoría de la desinformación difundida eran equivocaciones de la gente: en redes sociales existe un submundo de influencers falsos, laboratorios de cuentas falsas o automatizadas, trolls solitarios y trolls organizados, todos generando desinformación a diario. Gran parte de lo que recibimos por redes sociales y mensajería instantánea proviene del trabajo que hacen y no de casualidades o casos aislados.
A mediados de año, un pequeño grupo de cuentas en Twitter intentaron minar la credibilidad de nuestro proyecto. Tras explicar en la cuenta @cazamosfakenews en una serie de tuits cómo identificar trolls, un grupo de cuentas que se sintieron aludidas intentaron generar una campaña de desprestigio contra Cazadores de Fake News, utilizando técnicas de miedo, alarmismo y gran cantidad de mentiras. No eran usuarios «ofendidos» con alguien que los señaló o que atentó contra su «libertad de expresión»; se trataba de una (pequeña) comunidad organizada para amplificar una matriz de opinión negativa sobre nosotros.
Lo sucedido fue importante porque nos dimos cuenta, usando software de computadora, que las cuentas que nos atacaron pertenecían a una comunidad específica, que amplificaron entre ellas mismas acusaciones y muchas mentiras pero que al mismo tiempo nos regalaron un inmejorable ejemplo sobre cómo se generan matrices de opinión falsas en Twitter. Lo ocurrido fue base para enseñarnos cómo estudiar matrices de opinión artificiales, muchas veces basadas en mentiras, generadas por laboratorios de desprestigio operando en redes sociales:
El efecto de esa campaña fue totalmente opuesto a su objetivo. Mucha gente se acercó a nosotros, observó nuestra evolución y con ajustes enfocados en resaltar la transparencia del grupo, ganamos confianza en nuestros lectores y recibimos refuerzos importantísimos para nuestro infinito equipo.
La sugerencia de Kárlah de no perder de vista rumores “sin importancia” fue una decisión determinante que nos hizo abrir los ojos y entender que el problema al que nos enfrentamos va más allá de diferenciar entre unas “noticias falsas” virales e importantes y entre otras aisladas y aparentemente sin peso.
Lo que tenemos al frente es un ecosistema de mentiras, compuesto por portales en internet que publican información engañosa, enjambres de cuentas en Twitter dedicadas sistemáticamente a mentir, creadores de audios y textos falsos difundidos en WhatsApp, falsas comunidades de profesionales en Facebook que desinforman a sus incautos miembros para validar sus propios sesgos y recibir apoyo con argumentos deshonestos.
Ese ecosistema se llama DESINFORMACIÓN: es un problema global, que no solo ocurre en nuestro país sino en prácticamente todos los países del mundo y que forma parte de un marco muy complejo que escapa el objetivo de este artículo. Pero es un problema real en Venezuela y estamos sumergidos en él.
Etapa 5: #TeQuierenEngañar
Imagine usted que en la sala de su casa siempre hay un pequeño charco de agua. Lo seca un día, pensando que fue un vaso que alguien derramó. Al día siguiente vuelve a aparecer; revisa su tejado por si acaso existe alguna gotera. Reaparece el charco. Luego, con el pasar del tiempo, se da cuenta que ese pequeño charco que tiene en la sala de su casa proviene de una inmensa nube negra que se posa sobre su casa todas las noches, sin que usted lo note, impregnando de lluvia no solo su techo sino su patio y su sala.
De esa forma, la desinformación impregna la conciencia de toda la población del país con campañas ideadas en internet cuyo efecto percola en toda la sociedad, desde Caracas hasta lo más recóndito de nuestro llano. Y su objetivo es que tanto el venezolano de la capital como el llanero no entiendan muy bien lo que está ocurriendo, apunten sus odios contra el enemigo equivocado.
Hemos identificado a muchos de los responsables directos de desinformar en el país y hemos notado que algunos lo hacen con la intención de amplificar su influencia, aumentando deshonestamente su número de seguidores. También lo hacen para manipular voluntades, generar enfrentamientos entre cada institución política o poder fáctico del país y eventualmente, desarticular a lucha por la restitución de la democracia en Venezuela.
Hasta el momento y en menos de un año, nuestra comunidad ha crecido a pasos agigantados. Tenemos sitio web, redes sociales y sobretodo, nos podemos jactar de decir que, en vez de tener una comunidad pasiva de seguidores, Cazadores de Fake News ES una comunidad orgánica e interactiva, donde quienes forman parte del Consejo Editorial Cazadores trabajan de forma coordinada con decenas de lectores que de forma voluntaria nos informan sobre nuevos casos de desinformación y nos ayudan a verificar y a difundir nuestros desmentidos.
Sus integrantes aprenden sobre desinformación, sobre verificación y sobre software de análisis. Compartimos textos y noticias publicadas adentro y afuera del país, para comprender mejor a qué nos estamos enfrentando.
Cualquiera puede ser un cazador de fake news y eso es lo importante del proyecto: usted tiene una experiencia previa en su vida. Puede ser maestro, doctor, profesor, ingeniero, periodista, guionista, programador, productor audiovisual. Y por esa misma razón, sus conocimientos y experiencias valen dentro de nuestro equipo; usted puede ser contactado en algún momento para ayudarnos a verificar algún caso.
Esa es la fortaleza de nuestro grupo. Somos muchos, demasiados. ¡Y no nos vamos a dejar engañar de nuevo!