De «coronavirus» a «COVID-19», la engañosa verdad. Por Carolina Gómez-Ávila

El 31 de diciembre de 2019, en Wuhan, China, se reportó el primer caso de un virus cuyo nombre ha evolucionado mucho, en menos de 2 meses. Por cierto, gracias al reporte se sabe que los primeros síntomas de ese paciente aparecieron tres semanas antes, el 8 de diciembre de 2019, que es la fecha que queda establecida en el registro.

Desde entonces ha sido llamado “gripe china”, “virus de Wuhan”, “coronavirus”, “neumonía china”, “2019-nCoV”, “SARS-CoV-2” y de otros modos hasta que la Organización Mundial de la Salud lo bautizó «COVID-19» el 11 de febrero pasado.

Pero “coronavirus” ya se había hecho popular y es más fácil de aprender y usar en el lenguaje oral y escrito que «COVID-19».

El 28 de febrero, CNN dedicó un artículo a la cerveza Corona que publicó en un comunicado que sus clientes «entienden que no hay un vínculo entre el virus y nuestro negocio» (un momento para recordar “No pienses en un elefante”, de George Lakoff) y reveló que sus ventas en EE.UU., entre mediados de enero y de febrero, crecieron 5%, para, acto seguido, solidarizarse con los afectados por el terrible virus.

Pero la marca fue criticada por el slogan utilizado en el lanzamiento de una nueva variedad “Coming ashore soon” (“Llegando a tierra pronto”) por considerarla de mal gusto al relacionarla con el virus. Y se hicieron encuestas, como suele pasar en ese país: 38% de los estadounidenses no compraría Corona “bajo ninguna circunstancia» debido al brote, y otro 14% dijo que no ordenaría una Corona “en público”. Otra empresa encuestadora concluyó que la intención de comprar Corona cayó a su nivel más bajo en dos años

La empresa dijo que es un error “extremadamente desafortunado” creer que hay un impacto del virus en el negocio de Corona, pero a principios de febrero Google registró un pico de búsquedas en línea de “virus de la cerveza Corona» y las acciones cayeron, aunque toda la actividad bursátil en EE.UU. también lo haya hecho.

En 2015 la OMS publicó las buenas prácticas para nombrar nuevas enfermedades infecciosas humanas. Según ese documento, están bien vistos los nombres que incluyan:

  • Términos descriptivos genéricos, como síntomas clínicos, procesos fisiológicos y referencias / sistemas anatómicos o patológicos afectados (respiratorio, neurológico, hemorrágico; hepatitis, encefalitis, encefalopatía, diarrea, enteritis, inmunodeficiencia, parálisis; pulmonar, cardíaco, gastrointestinal, espongiforme; síndrome, enfermedad, fiebre, fracaso, deficiencia, insuficiencia, infección).
  • Términos descriptivos específicos, como grupo de edad, población de pacientes (juvenil, pediátrica, senil, materna); curso de tiempo, epidemiología, origen (agudo, subagudo, crónico, progresivo, transitorio, contagioso, congénito, zoonótico); gravedad (severo, leve), estacionalidad (Invierno, verano, estacional) y ambiente (subterráneo, desierto, océano, costero, río, pantano).
  • Agente patógeno/descriptores asociados, como coronavirus, salmonella / salmonelosis, virus de la influenza, parásito, tipo (nuevo, variante, reordenado) y subtipo o serotipo.
  • Año (con o sin mes) de la primera detección o informe como 2014 o 3/2014.
  • Identificador arbitrario, como alfa, beta, a, b, I, II, III, 1, 2, 3.

Pero deben evitarse:

  • Ubicaciones geográficas, como ciudades, países, regiones, continentes (síndrome respiratorio del Medio Oriente, gripe española, fiebre del Valle del Rift, enfermedad de Lyme, fiebre hemorrágica del Congo de Crimea, encefalitis japonesa).
  • Nombres de personas, como enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, enfermedad de Chagas.
  • Especie / clase de animal o alimento, gripe porcina, gripe aviar, viruela del mono, encefalitis equina, intoxicación paralítica por mariscos.
  • Referencias culturales, poblacionales, industriales u ocupacionales, como profesionales, legionarios, mineros, carniceros, cocineros, enfermeras.
  • Términos que inciten al miedo indebido, como desconocido, muerte, fatal, epidemia

Buenas prácticas sobre palabras. Ya que hablamos de palabras, sobre ellas se asienta la existencia de la Fundéu (Fundación del Español Urgente) creada en 2005 por un acuerdo entre la agencia EFE y el BBVA, con asesoría de la RAE, que se ha convertido en referencia para velar por el buen uso del español en los medios de comunicación.

Este 27 de febrero dio espacio a un artículo que puede ayudarnos en el uso de los términos más convenientes para hablar del virus que ha alarmado a la población de casi todo el planeta… o quizás es un artículo para llamarnos la atención sobre el miedo.

El miedo -el humano y el de los mercados- es la clave para comprender la evolución del nombre, aunque no el fracaso en generalizar el sugerido. No es falso que en todos los países la gente confiesa sentir temor -con o sin fundamento- sobre esta nueva enfermedad y, para contrarrestarlo, pareciera que está el lenguaje. La Fundéu sugiere «COVID-19» aunque la OMS haya llegado tarde para luchar contra «coronavirus» y aunque no parece tener objeción contra el agente patógeno.

Además, a pesar de que según el diccionario es una pandemia porque “afecta a un amplio número de individuos y se extiende por diversos países en distintos continentes”, la OMS la rechaza porque “aún no está en todos los continentes” y  ha pedido llamarla PHEIC, que al público común no le dice nada pero que se traduciría en español como “Emergencia de salud pública de preocupación internacional”.

De resto, piden evitar hablar de sus efectos en el ánimo como “psicosis”, “histeria” o “paranoia” por ser considerados políticamente incorrectos. Resulta que son peyorativos, inapropiados y perjudiciales para el colectivo de personas con trastornos mentales. Eso sí, da opciones que quizás sean más ajustadas y permitan la escalada, de ser necesaria: “inquietud”, “preocupación”, “temor”.

Así, de eufemismo en eufemismo, se complica cada día más la comunicación pública. Quizás por eso el reconocido escritor español Arturo Pérez-Reverte -que desde 2003 se sienta en el sillón “T” de la Real Academia Española- tuiteó este 29 de febrero: «Empieza a no haber «infectados» de coronavirus, que suena a enfermo y tal, deprime, discrimina y hace feo. Ahora lo que vamos teniendo es «personas que dan positivo». Y seguimos para bingo».

Está cantado.

Carolina Gómez-Ávila (@cgomezavila)

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