En el contexto de las próximas elecciones presidenciales en Venezuela, tres temas clave ilustran cómo se ha manipulado la información para sembrar discordia y desconfianza dentro del voto opositor.
La desinformación electoral emplea cualquier cifra favorable, ya sea de encuestas poco fiables o casas de apuestas en línea, y también recurre a rumores religiosos para manipular la opinión pública y conquistar el voto a favor del candidato del chavismo.
Encuestas sospechosas, infiltración de militantes del PSUV en concentraciones opositoras e imágenes manipuladas digitalmente son usadas para sostener la narrativa de una oposición al servicio de Estados Unidos
La desinformación electoral se amplifica desde medios aliados al gobierno, falsos portales independientes y grupos en cuentas de redes sociales que impulsan propaganda y desinformación de forma encubierta
Las narrativas de la semana hacen hincapié en los supuestos vínculos de la oposición con Estados Unidos, a través de la CIA o improbables financiamientos, así como en la supuesta censura de la cual es víctima el aparato de propaganda de Maduro
La estigmatización y las campañas de desprestigio impactan tanto a periodistas como a figuras políticas, destacando el uso de desinformación como herramienta de manipulación.
Esta semana se detectaron cuentas suplantando identidades en redes sociales e imágenes falsas ya desmentidas para atacar a opositores y manipular a las bases oficialistas
Esta semana, tres incidentes de desinformación en Venezuela resaltan cómo las manipulaciones de imágenes y el uso estratégico de símbolos en campañas contra figuras políticas opositoras son usadas para intentar influir en la percepción pública y desviar la atención de temas de interés público
La persistencia en atribuir la crisis —esta vez de medicamentos— a sanciones de EE. UU., evidencias digitales manipuladas y encuestas preelectorales de origen dudoso emergen como tácticas para distorsionar la realidad en Venezuela
Desde el uso estratégico de “bots” humanos en Venezuela, pasando por una falsa norma sobre vigilancia estatal (que, al menos parcialmente, existe de facto), hasta la distorsión de eventos internacionales por medios aliados, revelan una red de influencias que moldea la percepción pública