Una cadena que recircula frecuentemente difunde al menos ocho afirmaciones engañosas sobre los OGM y su impacto en la salud humana, que contradicen la evidencia científica y las declaraciones de expertos que avalan la seguridad de estos productos para el consumo humano
A través del chatbot “Central Cazadores” se recibió una cadena que afirma falsamente que los “brotes de tumores a gran escala” están relacionados con el consumo de alimentos con Organismos Genéticamente Modificados (OGM), lo cual supuestamente explica el aumento de casos de cáncer. El mensaje también incluye una advertencia engañosa sobre la identificación de productos OGM en el supermercado a través de códigos de barras y presenta otras afirmaciones infundadas, como que los OGM están prohibidos en la Unión Europea, Japón y ciertos eventos internacionales, o que no se consumen en África por riesgo de hambre. Estas declaraciones forman parte de una narrativa alarmista que exagera los riesgos de los alimentos modificados genéticamente, en contraposición a la postura científica que asegura su seguridad para la salud humana.
¿Cuál es la relación entre los OGM y el cáncer?
Según la evidencia disponible, los alimentos genéticamente modificados (OGM) no representan un riesgo mayor para la salud humana en comparación con los alimentos convencionales. Investigaciones realizadas, incluidas las de las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina de Estados Unidos, han concluido que no existe una relación entre el consumo de OGM y el aumento de la incidencia de cáncer.
Los estudios muestran que los patrones de cambio en las tasas de cáncer en Estados Unidos, donde el consumo de OGM es elevado, son similares a los de Europa y el Reino Unido, donde su consumo es menor. Por lo tanto, no hay evidencia que sugiera que los OGM aumenten el riesgo de desarrollar esta enfermedad.
Sin embargo, algunos estudios en animales, como ratas alimentadas con maíz transgénico, han reportado efectos adversos potenciales, lo que sugiere la necesidad de una investigación continua y cuidadosa sobre sus efectos a largo plazo en la salud.
Identificación de productos genéticamente modificados en el mercado
En cuanto a la advertencia sobre la identificación de productos con OGM en supermercados, el mensaje afirma que estos se pueden reconocer por un código de barras que comienza con cinco dígitos, y cuyo primero es el número 8. Sin embargo, la búsqueda indica que este criterio sólo coincide con ciertas prácticas, como las de México, y no necesariamente representa un estándar internacional.
“Si la fruta o verdura tiene un código de cinco dígitos que empieza por el número 8, significa que está genéticamente modificada. Por ejemplo, tendría una etiqueta #84011”. Gobierno de México
No es cierto que “la UE lo prohíbe absolutamente igual que los japoneses”
La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (European Food Safety Authority o EFSA, en inglés) y la Comisión Europea indican que los cultivos de OGM están permitidos, pero bajo estrictas regulaciones. La autorización de un OGM para cultivo requiere una evaluación exhaustiva del riesgo para la salud humana, animal y el medio ambiente. Sin embargo, cada país de la UE tiene la opción de restringir o prohibir el cultivo de OGM aprobados en su territorio.
En la actualidad, más de la mitad de los países miembros de la Unión Europea han implementado prohibiciones o restricciones para el cultivo de OGM, lo que refleja la diversidad de políticas nacionales dentro del bloque.
A propósito, la organización ecologista Greenpeace reseña que el único cultivo con OGM autorizado actualmente en Europa es el maíz insecticida de Monsanto conocido como MON810, siendo España y Portugal los únicos dos países que lo cultivan, mientras que otros 17 lo prohíben (Alemania, Austria, Bulgaria, Croacia, Chipre, Dinamarca, Eslovenia, Francia, Grecia, Hungría, Italia, Letonia, Lituania, Luxemburgo, Malta, Países Bajos y Polonia).
En cuanto a Japón, el país no prohíbe el cultivo de OGM. Sin embargo, aunque el gobierno ha aprobado 151 productos genéticamente modificados para cultivo, no existe producción comercial significativa de alimentos o productos de alimentación modificados genéticamente. Las estrictas regulaciones y la percepción pública desfavorable han dificultado su cultivo. Por otro lado, Japón es un importador importante de productos agrícolas transgénicos, especialmente maíz y soja. El maíz transgénico se utiliza principalmente para alimentación animal, pero su cultivo en territorio japonés no es común debido a las barreras regulatorias y la falta de demanda interna.
No es cierto que “está estrictamente prohibido el sistema de suministro especial de dichos alimentos a los funcionarios chinos”
En China, los organismos genéticamente modificados (OGM) no están prohibidos, pero están sujetos a regulaciones estrictas. El país ha desarrollado un sistema regulatorio completo para garantizar la seguridad de los OGM en la investigación, producción, procesamiento y comercialización. Algunos cultivos transgénicos, como el algodón Bt y la papaya resistente a virus, están autorizados y se cultivan comercialmente. Otros productos, como ciertas variedades de maíz y soja modificados genéticamente, han recibido certificados de bioseguridad, pero aún no se cultivan comercialmente a gran escala debido a preocupaciones públicas y barreras regulatorias.
A comienzos de 2024, China amplió la siembra de soja y maíz modificados genéticamente con la importación de “más de 100 millones de toneladas de soja y cereales al año para alimentar su enorme cabaña ganadera”.
El director del departamento de gestión de plantaciones del Ministerio de Agricultura de China, Pan Wenbo, indicó entonces que el gobierno de ese país trabaja para ampliar ”de forma ordenada” el uso de maíz y soja transgénicos. En diciembre de 2023, 26 empresas recibieron licencias para producir y vender semillas de maíz y soja transgénicos. En el caso del segundo producto, este último pasó la evaluación de seguridad de las autoridades chinas en 2020.
Es engañoso que “los africanos no importarán OGM incluso si pasan hambre”
Existe una controversia en algunos países de África en torno a recibir ayuda alimentaria que contiene OGM. Durante una crisis de hambre en el sur de África en el año 2002, algunos países, como Zambia, rechazaron la ayuda alimentaria que incluía maíz transgénico, debido a preocupaciones sobre la salud y el medio ambiente.
En Zambia, se argumentó que los OGM podrían causar resistencia a los antibióticos y generar toxicidad, especialmente en personas con un estado de salud ya comprometido. Otros países, como Zimbabwe y Mozambique, también bloquearon inicialmente los OGM, pero luego permitieron su entrada bajo la condición de que fueran molidos para evitar la siembra.
A raíz de esta situación, la discusión sobre la biotecnología agrícola en la región continuó siendo un tema divisivo con un enfoque en el principio de precaución y la demanda de más investigaciones científicas locales para evaluar los riesgos y beneficios de los OGM. La controversia también impulsó a algunos gobiernos africanos a fortalecer sus regulaciones sobre biotecnología y a buscar soluciones agrícolas alternativas para mejorar la seguridad alimentaria sin depender de cultivos transgénicos.
No hay evidencia de que “Rusia confirmó que los alimentos genéticamente modificados han estado causando la extinción de animales durante tres generaciones”
Rusia ha adoptado una postura estricta en cuanto a los organismos genéticamente modificados (OGM). En julio de 2016, el presidente Vladímir Putin firmó la Ley Federal 358-FZ, que prohíbe el cultivo de plantas y la cría de animales modificados genéticamente para fines comerciales, incluidas sus aplicaciones en la alimentación animal. Esta legislación refleja la cautela del país respecto a los OGM.
No obstante, aunque existe una prohibición en el uso comercial, Rusia sí ha demostrado interés en la investigación científica en biotecnología. En abril de 2019, el gobierno lanzó un programa federal de investigación dedicado al desarrollo de plantas y animales con genomas modificados. Esto indica que, aunque las restricciones comerciales son estrictas, el país está explorando el potencial de la biotecnología a través de iniciativas de investigación.
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¿Qué dice la ciencia sobre los productos genéticamente modificados?
Según el portal Medline Plus, que ofrece información de salud de la Biblioteca Nacional de Medicina de EE.UU., los organismos genéticamente modificados son aquellos cuyo ADN ha sido alterado mediante ingeniería genética. La American Cancer Society detalla que este proceso implica la incorporación de genes de otras plantas u organismos para mejorar la resistencia del cultivo, retrasar su descomposición o potenciar su sabor.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), en su estudio “Biotecnología moderna de los alimentos, salud y desarrollo humano” publicado en junio de 2005, señala que los alimentos modificados genéticamente ofrecen beneficios para la salud y el desarrollo humano.
“Desde la perspectiva de la salud, también puede haber beneficios indirectos como menos uso de químicos para la agricultura y aumento de la producción agrícola, y mayor sostenibilidad de los cultivos y seguridad alimentaria, particularmente en los países en desarrollo”. OMS
El Instituto Europeo de Química, Física y Biología, en un informe de 2021, destaca ejemplos como el arroz modificado con genes que incrementan los niveles de vitamina A.
Sin embargo, la OMS advierte sobre “riesgos potenciales para la salud y el desarrollo humano”, ya que algunos genes utilizados en los OGM no están presentes en los alimentos convencionales.
“Los OGM también pueden afectar la salud humana indirectamente mediante impactos perjudiciales sobre el medio ambiente o mediante impactos desfavorables sobre factores económicos (incluyendo el comercio), sociales y éticos”. OMS
Por su parte, el Instituto Europeo también menciona desventajas, como la posible aparición de especies nuevas de hongos y virus o el desarrollo de resistencia a los antibióticos en organismos conocidos.
Aunque existen preocupaciones y controversias sobre los organismos genéticamente modificados, la evidencia científica actual respalda su seguridad para el consumo humano, siempre que se respeten las regulaciones y evaluaciones de riesgos. Si bien algunos estudios sugieren posibles efectos adversos, estos no han sido confirmados de manera concluyente, lo que subraya la necesidad de continuar investigando.
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